Surgen pistas sobre los denisovanos

Científicos etiquetaron más de 2,500 huesos en una cueva tibetana que fue habitada por denisovanos para conocer cómo es que sobrevivieron al escenario hostil

Redacción – Dimensión

El hombre de Denisova es una especie de homínido, como el Homo sapiens o el Homo neanderthalensis que, junto a estas, vivió en la prehistoria. Poco más sabemos de ella. Incluso su carácter de especie con pleno derecho se discute. Es prácticamente un misterio para la antropología. Sus primeros restos se descubrieron en 2010 y lo único que se sabía con certeza hasta hace muy poco es que vivieron en cuevas en la región de Siberia. Se piensa que los denisovanos se separaron del Neandertal y de los humanos modernos hace 700 000 años.

Recientemente, sin embargo, científicos de la Universidad de Copenhague, la Universidad de Lanzhou (China) y el Instituto de Investigación de la Meseta Tibetana han sumado información vital para el entendimiento de los denisovanos. A través de la investigación de cerca de 2,500 huesos indeterminados en una cueva en el Tíbet, han descubierto su fuente de alimentos: las ovejas azules y yaks.

La cueva kárstica de Baishiya se encuentra a 3,200 metros sobre el nivel del mar y se extiende por un kilómetro. Tradicionalmente era un centro de turismo y peregrinaje budista, pero recientemente se ha convertido en un yacimiento paleontológico. Desde 1980 y hasta 2020, se encontraron en ella diferentes restos de homínidos, entre los que destaca la conocida como mandíbula de Xiahe. Estudios científicos han confirmado que estos poseían ADN denisovano. Este hallazgo representa la segunda ubicación confirmada con restos de la especie. En el escenario tibetano, la tribu denisovana vivía con poco oxígeno a temperaturas cercanas a los 0 °C.

PISTAS DE LOS DENISOVANOS EN UN MAR DE HUESOS

La falta de información sobre los denisovanos se debe, en gran medida, a la ausencia de restos fósiles. En el yacimiento tibetano de Baishiya, se han encontrado miles de huesos, pero son tan pequeños o fragmentados que no es posible determinar a qué especie pertenecen ni cuál es su hueso de origen. La separación y categorización de ellos fue el último logro del equipo de paleoantropólogos, cuyos resultados fueron publicados en Nature.

Los científicos emplearon la zooarqueología por espectrometría de masas, un método de detección genética. Este se basa en analizar la huella peptídica del colágeno presente de manera natural en huesos y dientes. Con el espectrómetro, se verifican las propiedades del péptido, lo que permite identificar el animal que tiene esa misma huella molecular.

El trabajo concluyó que la mayoría de los huesos pertenecían a la oveja azul, una especie de cabra que habita en el Himalaya. También identificaron restos de yak salvaje, hienas manchadas y del ahora extinto rinoceronte lanudo. Además, gran parte de los fragmentos presentaban rastros de manipulación humana, como marcas de cortes.

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