La piedra encantada de Colima
Texto y fotografías: Rafael Cruz – Dimensión
Desde hace décadas, esta singular obra lítica de origen prehispánico, con grabados al parecer en alto relieve, rara vez visto en Colima, ha dado mucho de qué hablar en una comunidad, la cual omitiré su ubicación, debido a los misterios que guarda con recelo el lugar donde está, y para proteger el monolito. El tiempo ya tenía trazado el habernos encontrado…
Le llaman “La piedra encantada” por sucesos extraños registrados en torno a ella, pero también se le conoce como “La piedra de los sacrificios” y “La piedra lagarto”. Se encuentra a unos metros de una zanja, donde la vegetación es copiosa porque es terreno agreste, y desde que te vas acercando por las angostas brechas, algunas personas manifiestan percibir como si te estuvieran viendo y siguiendo, alguien o algo que te advierte que te introduces a un lugar sagrado, y te exige respeto.
Una persona del ejido, que nos pidió reservar su identidad, nos llevó a mi amigo el fotoperiodista Jonathan Villa y a un servidor, hasta el pie de la gran roca en junio de 2023. Ese día cuando llegamos, estaba sobre la piedra una serpiente apalcuate. El señor, guiado por el uso de la radiestesia y el péndulo, nos comentó que ha logrado tener comunicación con el guardián de la roca, e incluso con la piedra misma, la cual descansa bien hermosa rodeada entre cerros y aves que le cantan, y de nubes y estrellas que la contemplan todos los días.
En aquella ocasión, nuestro guía, le preguntó al guardián de la piedra si nos daba permiso de estar un momento ahí, a lo que le contestó, por medio de un péndulo, que “sí”.
Los pobladores especulan que la roca sirvió en la antigüedad para ofrecer sacrificios humanos a los Dioses y que por eso guarda una fuerte carga de energía. Nos contaron que los campesinos que se la descubrieron hace muchos años, la encontraron teñida de rojo, “como de sangre”.
Han sido repetidas ocasiones, en que se cuenta que han visto ahí a una persona de negro. Ésta se ve a media piedra, sólo del torso para arriba. Ya cuando va oscureciendo a los trabajadores que salen de la jornada de la parcela les ha tocado verla, nos contó, un señor que cuida unos becerros enfrente de ese lote. Nos compartió que “algunas veces, cuando pasas por donde está la piedra grabada, escuchas susurros.
Ese camino es conocido porque al pasar dicen que te avientan piedras desde los árboles”.
Cuando entras a un potrero, dice, “las piedras te avisan y guían, ellas deciden finalmente a quién otorgar aprobación para entrar y se pueden enfadar con quienes corrompen su permiso… los indios eran muy celosos de sus pertenencias, de su descanso en las tumbas; ellos dejaban guardianes de muchos tipos en lo que ellos consideran recintos sagrados… Siguen estando ahí. En el campo nunca andas tú solo, y está prohibido ir a buscar, o profanar el equilibrio energético en el que se encuentran las piedras, por ejemplo, así las dejaron por algo y así deben de estar. Nosotros no sabemos por qué”.
“Hay cosas que no vemos pero están ahí. Las tumbas tienen maldiciones. Recordemos que la mayoría de las objetos prehispánicos vienen de contextos funerarios. La gente se enferma de repente, le empieza a ir mal en el trabajo, las plantas y los animales se les mueren. Es bien sabido en los ranchos que hay cosas del campo que no debes de tocar ni mover”, concluyó nuestra fuente. En nuestra investigación, notamos que algunos lugareños temen a la piedra y no la bajan de que está embrujada.
Según las primeras observaciones de la arqueóloga Ligia Sofía Sánchez Morton, UNAM-ENAH-CEDAHM, el petroglifo pudiera corresponder a la fase Chanal (1100-1400 d.C.) y acentúa en que se deben hacer estudios en sitio que puedan brindar más información. “Me sorprende la piedra. Sus grabados sugieren un grado avanzado de técnica, por lo que no descarto que pudiera ser de carácter tardío”.
Los antiguos pobladores de Colima eligieron estos lugares porque aquí entroncaron algo especial. Estos mensajes que todavía no comprendemos, que expresaron en piedra, son muestra de ello. Son sin duda alguna, espacios sacralizados. El espacio sacralizado donde estas personas se apropiaron del entorno, y a través del trabajo constante y arduo de grabar elementos simbólicos, ese sitio se apropia e inicia un diálogo con la naturaleza, con el universo, por eso cuando entras al monte percibes que todo te está hablando, pero hoy ya no nos entendemos.
Muchas de estas piedras son marcadores solares, que podrían estar dando información valiosa sobre solsticios, equinoccios, o el paso por la bóveda celeste de astros, entre otros datos increíbles.
Sobre el lugar, hay una anécdota que cuentan en el pueblo, de cuando un señor llamado Juan estaba chico, un sábado por la mañana lo mandaron a traer un chivo que se les había escapado del corral. Ese día el niño cumplía años y le iban hacer una comida. El animal le dio por el rumbo donde está el petrograbado y Juan iba atrás de él. Por unos momentos se le perdió de la vista hasta que llegó al pie de una loma. Pensó que había corrido para arriba porque a la redonda, en lo plano, ya no se veía, y notó que en la cima se escuchaban tambores y flautas. Cuando se acercó vio que eran unas personas vestidas de blanco danzando alrededor de una fogata en medio del matorral y se fue asustado corriendo a su casa. Regresaron al lugar, su hermano mayor, su papá y un tío, en donde encontraron al chivo a pocos metros de ahí tomando agua en un arroyo. Pero de los danzantes, la música y la fogata nunca encontraron rastro. Pero ellos, que siempre han vivido ahí ya saben, y seguramente a ellos también les pasó. El lugar ha sido visitado desde años por curiosos, y cazadores de sucesos paranormales, caza tesoros, incluso por chamanes, para tratar de revelar sus secretos.
Todavía hoy en día, quienes caminan al amanecer estas veredas dicen que escuchan “cantos y música”, en distintas partes de los cerros. El viento trae, y se lleva esos sonidos, “no sabes bien de dónde vengan”. También me dijeron que, cuando los primeros rayos de sol empiezan a bañar los campos, se aparece a lo lejos un “ermitaño” en una peña. La gente de antes así lo conoce, y se dice que se ha visto desde siempre.
La leyenda cuenta que, en un paredón que se ve en un cerro, en algunas mañanas se distingue a una persona que está de pie entre las grandes rocas. Me dijeron que para llegar a ese punto no hay camino y es puro voladero “Ahí nomás se ve que llegan los zopilotes. Lo describen como una persona ya mayor de cabello y barba blanca, y siempre se mantiene observando a la misma dirección; una grieta”.
Desafortunadamente, muchos de nuestros tesoros históricos en Colima, son patrimonio en riesgo. Muchos de ellos terminan en el olvido, bandalizadas, destruidas o lejos de su lugar de origen, porque no se supo tratar estos valiosos monumentos. Por ello, les voy a compartir cómo sí podemos convertirnos en guardianes responsables del patrimonio cultural de México.
Si encuentras un vestigio arqueológico da aviso inmediato al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), llamando al teléfono 312 31 34945 a la Delegación del INAH en Colima, o acude a sus oficinas en Calzada Galván Norte #502, en la ex zona militar. Mantén el área segura e intacta, y lejos de curiosos. Lo más importante es no perder el contexto arqueológico. El valor más alto es su paso por el tiempo, si se arruina, se reducirá su valor histórico. Asegurarnos de eso, permitirá condiciones para estudios y así conocer más sobre Colima.
Es importante no remover la tierra, ni hacer extracción de objetos arqueológicos. Esa es una responsabilidad exclusiva del INAH. No puedes vender, regalar o destruir ningún bien arqueológico, ya que son patrimonio de la nación el cual, en caso de hacerlo, serás sancionado con tres a diez años de prisión y hasta 3 mil UMA de multas ($288 mil pesos aproximadamente), de acuerdo al artículo 49 de la Ley Federal Sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos.
En muchas partes de México es común encontrar piezas arqueológicas en predios particulares, o que familias hereden vestigios y las mantienen en secreto por miedo a perderlos o les quiten sus terrenos. Sin embargo, todos podemos aportar a la historia. Cualquier persona puede ayudar a custodiar, conservar y difundir los bienes arqueológicos con que cuenta México.
Si en casa tienes objetos de cerámica, obsidiana, roca o de otros materiales de manufactura prehispánica, puedes registrarlos y custodiarlos en tu domicilio, realizando un sencillo registro ante el INAH.
Este bien cultural, ya quedó registrado ante el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), como Patrimonio Cultural de la Nación. Admira y cuida el tesoro histórico colimense.
Agradezco de corazón a la Abuelita Sagrada la bendición de haberla conocido…
*Si conoces su ubicación, no la reveles en los comentarios.