Compartiendo diálogos conmigo mismo

Un reino de vida nos aguarda y un mundo sensible nos pertenece

Víctor CORCOBA HERRERO

corcoba@telefonica.net

(Somos seres en camino, con la fortaleza necesaria para ahuyentar espacios empedrados por el mal; únicamente hemos de querer amarnos y no rearmarnos, salir de las tinieblas y entrar en sintonía con la verdad, despojarse del vicio y vaciarse en la cruz, como generación compenetrada y en regeneración de andares).

I.-  VAMOS COMO OVEJAS SIN PASTOR

Necesitamos volver a ser soñadores,

tejer nuevos abecedarios de bondad,

trenzar otros espacios que nos unan,

peinarnos al amparo del níveo amor,

para no caer en la aridez y elevarnos.

Sólo hay que mirar aquellos gentíos,

atareados en la búsqueda del Mesías,

desvelados por prestar oídos y oírse,

débiles y sin ánimo para removerse:

les faltaba el abrazo de la esperanza.

Esta vida es un habitual refundirse,

verse en comunión y en comunidad,

para no sentirse desabrigado jamás,

perdido en la frialdad del abandono,

pues somos el abrigo unos de otros.

II.- VENIMOS COMO PASTOR SIN CAYADO

Será saludable transformar el mundo,

sostenerlo y sustentarlo sin caudal;

el dinero todo lo rompe y corrompe,

se vicia y se envicia en mil recelos,

que nos forjan a no confiar en nadie.

La duda es tan fuerte que nos parte,

la división viene de su mal práctica;

precisamos retomar el báculo ético,

la muleta de la claridad del donante,

para ser dueños de sí y servidores.

La asistencia es vital para ascender,

para salir de esta cruel mundanidad,

que nos acorrala hasta enfermarnos,

dejándonos extraviados y alejados

del Señor, que nos llama y requiere.

III.- MOVIDOS COMO CAYADO SIN REBAÑO

No hay agrupación justa sin Cristo,

como tampoco hay mística sin cruz;

la proclama nace con su encuentro,

llameante de luz y viva de silencio,

por batir bajezas y abatir las vilezas.

Abrir los ojos a la tropa de pulsos,  

atendiendo y extendiendo la mano,

siendo bastón de latidos perdidos,

es la mejor transmisión realizable,

porque en el foco está el Redentor.

Hermanarse y armonizarse es vital,

como cultivar el corazón cada día,

o abrirse a la caricia de una mirada;

recreando buena vecindad entre sí,

y creando saber de la voz del alma.

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