Genio y figura
“El paseo mágico”
Francisco BUENROSTRO
Hay una mirada que es inconfundible y es la de la esperanza, esperanza que se convierte en desbordada emoción cuando suenan los herrajes de la correa, acompañada de saltos, ladridos y, juraría que es así, una sonrisa en el hocico. Claro que me refiero al perro, cuando sabe que es inminente el paseo con su humano, un momento muy especial, al menos, para el canino.
Lo mejor de crear este binomio para caminar juntos es que el beneficio es para el perro, pero también para el paseador, yo así lo veo, porque, más allá de lo que digan los expertos, puedo dar testimonio de lo que vivo cada día que saco a pasear a mi Manchas, como es activación física, un momento de reflexión, para lo cual ni siquiera me llevo teléfono celular a nuestras travesías diarias, que bien pueden ser de sólo algunas cuadras o de unos cuantos kilómetros, pero me desconecto por completo para dedicarle ese tiempo a ella y nada más.
Todos los días aprendo algo de mi perrita, la paciencia para dejarle olisquear árboles y paredes; la confianza que me tiene en cada recorrido, al seguirme fielmente, segura de que nunca la pondría en riesgo y la comunión que se da entre nosotros, donde, sin necesidad de órdenes, a veces con sólo leer mi lenguaje corporal sabe si me voy a detener, si hay que cruzar una calle o si en nuestro camino hay algún riesgo.
Son muchas las ventajas de pasear a tu mascota, pero siempre con correa, porque un ruido fuerte o la presencia de otro perro puede poner en peligro innecesario a tu lomito, tanto así que no puedo entender a los que pasean a sus perros sin correa, por lo menos en zonas urbanas, porque en el campo o áreas deshabitadas puede tener más lógica, pero me molestan en verdad los que quieren controlar a su animalito únicamente a base de gritos, creo que son personas muy necesitadas de llamar la atención o algo así.
Hay algunas personas que encuentran en pasear mascotas una fuente de empleo, disfrutando de una caminata con la mejor compañía y, de paso, llevándose una remuneración económica, en lo que resulta también un buen trato para los dueños de perros que por cuestión de tiempo, de salud o alguna otra razón no los pueden llevar a pasear personalmente; haciendo la aclaración que, como en todo oficio, hay quienes son muy profesionales y están al pendiente de las mascotas y otros más que no hacen tan bien su trabajo, en detrimento del bienestar del perrito.
Para quienes no pueden o no quieren echarse el compromiso de tener una mascota, la oportunidad de pasear a un perro no está negada, porque en muchos albergues, tanto públicos como privados, existen programas para que personas voluntarias saquen a pasear a los lomitos que están dentro de una jaula o un espacio pequeño en espera de una familia que los reciba en su hogar y, en no pocas ocasiones, se llega a dar una conexión especial entre el ocasional paseador y el perrito, que los lleva a ya no quererse separar.
La clave para mí es la responsabilidad, es hacerse cargo de una mascota en todos los sentidos, porque son seres muy nobles, cariñosos y agradecidos; pero requieren de lo básico, desde luego, comida, agua, vacunas, etc. Pero también necesitan de convivencia, de ejercicio, dependiendo de la raza, unos más otros menos, pero siempre tener la oportunidad, aunque sea por un instante, de recordar cuando sus antepasados corrían libres y, si bien se han ido adaptando a convivir con los seres humanos, lo que no se vale es que los tengan abandonados en una azotea o cochera, todo el tiempo solos, esperando no nada más alimento, sino también un cálido abrazo, una amorosa caricia, una muestra de que pertenecen, de que a alguien le importan, de que no se quedaron ya en el olvido.
