Genio y figura
Déjate de las drogas… ¡aguas con las gusgueras!
Francisco BUENROSTRO
Si algo hemos aprendido de la 4T y de su disparatado iniciador, el mesías de todos los mantenidos, es que nada es lo que parece y la más reciente puntada de este movimiento y sus secuaces es tomar al toro por los cuernos y erradicar de una vez y por todas esas porquerías que están acabando con la juventud, que destruyen la salud de quienes empiezan a vivir y generan un millonario negocio para algunos, me refiero, obviamente, a la comida chatarra.
Porque con los que se dedican a producir y comercializar drogas ilícitas ya hubo un acuerdo, sin duda, no sabemos a qué nivel, pero por el apoyo que ha recibido el actual gobierno para ganar elecciones a punta de pistola nos damos una idea.
Sin embargo, la cosa no ha sido igual con los empresarios que primero vieron como sus productos eran etiquetados con sellos negros que nos recuerdan cuanto mal nos hacen a nuestro organismo, pero no sólo las botanas o los pastelitos, porque con estos reveladores sellos nos dimos cuenta que hasta las barras energéticas y los yogurts están atiborrados de calorías y grasas, con lo que disminuyen nuestras posibilidades de encontrar algo sano de comer a una manzana y quizás lechuga, en el mejor de los casos.
Más tarde el movimiento anti niños glotones eliminó de los malditos productos las imágenes de criaturas malévolas que engañaban a los pequeños para que cayeran en sus trampas y devoraran el azucarado veneno. Me refiero, desde luego, al Tigre Toño, el Gansito Marinela y el Osito Bimbo; todos dispuestos a atiborrarte de calorías hasta provocarte diabetes o un infarto.
Y así llegamos al presente, en que una nueva Ley prohíbe la venta de productos chatarra, es decir todo por encima de media docena de arándanos o una naranja, en las escuelas, so pena de hacerse acreedores a multas de casi un millón 700 mil pesos, con lo que las cooperativas se quedarán más vacías que las narcotienditas donde tienen un par de latas en los estantes para taparle el ojo al macho.
Todo esto, a su vez, va a generar una consecuencia obvia, la venta clandestina de comida chatarra, pero claro era demasiado pedir a los legisladores que lo vieran venir, ellos y ellas (no olvidemos la inclusión) sólo están para levantar la mano, nada más, ni nada menos.
De esta manera, las guzgueras (término muy tapatío, lo admito) se convierten en las nuevas drogas, en el enemigo a vencer, porque si se fijan ya no se habla de combatir los estupefacientes, sino nada más el fentanilo, y eso por imposición de Trump, porque ya hay iniciativas que pretenden legalizar el uso lúdico de la mariguana y detrás de ella muchas otras drogas más, pero no la comida chatarra, esa sí está proscrita.
A ver, si bien es cierto que somos el país número uno en obesidad a nivel mundial, sitio sólo disputado con los Estados Unidos, también lo es que esta medida no va a servir de nada, porque no tardará en surgir de entre los mismos compañeritos de las escuelas el dealer que te podrá surtir desde refrescos de cola, hasta papas, churritos y pastelitos sabor chocolate; de todo. Y ni hablar de los padres que digan: “Ah no, a mí no me van a decir que puede y que no puede comer mi hijo” y que, de seguro, les mandarán de lonche una hamburguesa monchosa con su respectiva malteada, faltaba más.
Pero, por si todo esto fuera poco, lo que, al menos a mí, más me molesta es la hipocresía del gobierno que, a la par de las restricciones calóricas, está introduciendo al mercado el Chocolate del Bienestar, con el mismo número de sellos que cualquier otra tablilla de cacao azucarado pero que, al igual que las legiones de políticos corruptos que al cuatritransformarse expiaron todos sus pecados, es por decreto un alimento sano y muy necesario… Muy necesario para sacar toda la producción con la que se quedaron los zánganos hijos de López Obrador y que ya no hallaban la forma de vender, por lo que Scheinbaum tuvo que salir de nuevo al rescate.
Lo único que me queda claro es que una buena alimentación y estilos de vida saludable se aprenden, antes que en ningún lado, en casa y que es en familia como se deben de adquirir esos hábitos, empezando por los padres, porque la palabra convence, pero el ejemplo arrastra.