¿Por qué nos cuesta abrirnos al “amor”?
Por: Paco Aller
El amor es un sentimiento que todos tenemos en común, pero por ende es el más difícil de definir, no podemos decir “esto es exactamente el amor”, parece que siempre se nos escapara entre palabras, que se nos resbalara de las manos y se diluyera entre nuestros dedos. Decía Kierkegaard “Raramente las palabras le harán justicia al sentimiento del amor”. Lo que sí podríamos afirmar es que la acción tangible y material del sentimiento ha cambiado radicalmente en esta época denominada como la posmodernidad.
La posmodernidad es un paradigma cultural, filosófico y social que emerge como respuesta crítica a las características y certezas de la modernidad. Se caracteriza por la desconfianza hacia las narrativas unificadoras, la cancelación de la diversidad de perspectivas, la relativización de la verdad, la valoración de la pluralidad cultural, la influencia de los medios de comunicación además de las redes sociales, y una conciencia aguda de la complejidad y la incertidumbre en la experiencia contemporánea, un culto total al Yo individual.
A pesar de que la búsqueda del enamoramiento es algo común, el amor es escaso en nuestras sociedades contemporáneas. Pareciera, de manera muy irónica, que aquellos capaces de amar se convierten necesariamente en una excepción, ya que el amor implica un nivel significativo de apertura personal, entrega, generosidad, sinceridad, comunicación, honestidad y capacidad de altruismo. Estas cualidades chocan con la realidad de las relaciones en el contexto de hombres y mujeres posmodernos, tanto jóvenes como maduros.
En este sentido, podríamos ahondar en la noción del Psicoanalista Erich Fromm y explorar cómo la sociedad contemporánea, marcada por la rapidez, la superficialidad y una creciente desconexión emocional, se convierte en un terreno poco propicio para el florecimiento del amor en su forma más pura. La hiperconectividad tecnológica, aunque aparentemente facilitadora de relaciones, puede, irónicamente, generar barreras emocionales al fomentar interacciones superficiales y rápidas.
Estas barreras no solamente se presentan en la nula educación emocional y capacidad de comunicación verbal tangible que propicia la tecnología, sino que ha traído consigo un exceso de contenido de “supuestos sujetos del saber” en redes sociales como Instagram, TikTok o YouTube acerca de cómo deberíamos llevar nuestras relaciones, basados únicamente en Psico-obviedades que han desinformado, reforzado sesgos cognitivos y eximido de responsabilidad a la persona que busca el amor.
La influencia de las redes sociales, como mencioné anteriormente, amplifica esta búsqueda de pertenencia al exponer a las personas a diversas representaciones del amor. La validación social, encajar con las ideas de mi grupo, se convierte en un indicador de reconocimiento y aceptación en un contexto donde ya no eres dueño de tus propios deseos.
Para enfrentar los desafíos de la posmodernidad en el ámbito amoroso, es crucial cultivar la autenticidad, promover la aceptación de la diversidad de experiencias y desmitificar las representaciones simplificadas. Las conexiones significativas requieren un entendimiento profundo de la complejidad emocional y la disposición a ir más allá de las expectativas impuestas para construir relaciones auténticas y enriquecedoras.
Por otro lado, ir a terapia se convierte en una obligación para construir relaciones basadas en la igualdad, la autenticidad y la aceptación de la complejidad humana, de lo contrario, si no sanas tus heridas te encontrarás a todas tus exparejas en tus futuras relaciones. Porque muy acorde a lo que comentaba Carl Rogers, una persona capaz de amar es aquella que está abierta a la experiencia del amor, asume su responsabilidad en la dinámica de pareja, y lo más importante de todo, se ama primero a sí misma.