Pupitre al Fondo
Maestros víctimas de violencia
Blanca F. GÓNGORA
Los maestros también son víctimas de violencia. Puede parecer irrisorio, pero es una realidad que los consume y los deja muchas veces como “sparring” ante los alumnos, esa persona que entrena con un boxeador y que no puede defenderse, porque le hacen entender que es esa su función, recibir los golpes y servir de costal al boxeador, siendo en este caso el boxeador el estudiante y el “sparring” el docente.
Los maestros sufren violencia de varios tipos: verbal, simbólica, psicológica y hemos visto ya casos en las noticias que hasta física también. Para muestra de la violencia que los docentes viven, está el testimonio del maestro Ángel Caro, colega docente de aquí de Colima, quien narra cómo al presenciar que un estudiante de secundaria ofendía a la trabajadora social de su escuela, intervino para impedir que el estudiante siguiera ofendiéndola pero entonces el estudiante se ofendió y agredió al maestro y al siguiente día lo amenazó, al grado que el maestro se ha sentido atemorizado incluso de salir caminando de la escuela o de regresar a clases al siguiente día. El maestro pidió ayuda, consejo, y las recomendaciones que le hacen es que redacten un acta de hechos en la escuela firmada por directivos y testigos y la haga llegar a la supervisión de su escuela y al departamento jurídico de la Secretaría de Educación y vaya a Derechos Humanos por si algo más sucede, ya haya antecedentes. Es decir, la acción real se tomará hasta que eso “algo más suceda” pero mientras tanto ese silencio sin respaldo en el que viven los docentes pareciera que dice: siga yendo a clases maestro, como si nada pasara maestro, aguante maestro, nadie le cree maestro, incluso de entre los que leen este texto, más de alguno pensará que el maestro o la trabajadora social son los causantes del hecho, pues solo los que están en las escuelas pueden saber lo que en ellas está sucediendo. Cuando se minimiza la violencia que el docente vive se le quiere hacer creer que su función también es la de “sparring” y que está ahí para que primero el alumno, luego el padre de familia y luego la sociedad los juzguen, no les crea y les salgan con la repetida respuesta de que los docentes son los adultos, los profesionistas y que deben buscar técnicas y estrategias para ayudar al alumno infinitamente, no importa si los amenazan, los escupen, los ofenden. Yo sinceramente creo que debe haber un límite y que no se debe encubrir la violencia de ningún tipo. La costumbre se ha hecho valer y cuando un docente se queja, suele asumirse (erróneamente) que es entonces un mal profesional y un mal maestro, lo cual es una completa mentira y entonces se opta por callar, como hacen las víctimas de violencia que deciden soportar humillaciones y maltratos y callar por miedo, por vergüenza, hasta que la situación grite por sí sola y los hechos ya no tengan solución.
Los maestros sufren violencia. En las escuelas hay mucha violencia, la verbal es la más visible pues día a día se escuchan groserías de alto impacto. Los alumnos tienden a tratarse con unas frases que ni en este medio informativo ni en ningún lado tienen cabida, y aunque se sigan los protocolos no funcionan, porque al final de cuentas los mismos padres de familia hablan así y se comportan así. Hay un desfase entre la escuela y las familias, tanto, que ni cuenta se dan (papás y estudiantes) de acciones violentas que llevan a cabo.
Hay violencia extrema en las escuelas porque hay violencia extrema en la sociedad, pero no podemos ni debemos seguir ocultándola y hacer como que nada pasa. Deben actualizarse los protocolos y cuando haya actos constitutivos de delito se debería hacer el acompañamiento real al docente para que denuncie, como en este caso que es una amenaza, o para que sepa también qué hacer y cómo proteger su integridad física y psicológica.
Es triste, pero los docentes están desprotegidos. Si bien hay casos donde docentes violentan a sus estudiantes (y son, en efecto, actos reprochables), aún en los casos contrarios donde el alumno es el agresor, el docente sigue en desventaja, pues cualquiera puede denunciar a un docente y seguirle un proceso incluso difamatorio. Los padres de familia exhiben fácilmente y a veces sin razón fundada a los maestros en los medios masivos de comunicación o suelen irse con pancartas a las escuelas y Secretaría de Educación o juntar firmas, victimizarse, etcétera, pero el maestro… nada, el maestro está desprotegido y a la deriva porque cuando hay actos violentos en su contra entonces confirma nuevamente que está solo y que aparte de todo, para las autoridades el ogro es él.
Creo urgente que el SNTE tome ya cartas en el asunto sobre la violencia que aqueja a los docentes y establezca las formas y los medios para proteger y apoyar a los maestros, pues la realidad es que hay actos intimidatorios, faltas de respeto, y una violencia, de pronto silenciosa que los tiene sometidos e indefensos.
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