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Mely Romero, priista

Rogelio GUEDEA

No es la primera vez que hablo con Mely Romero, ex candidata a la gubernatura del estado y ahora en busca nuevamente de un escaño para el Senado por la coalición PRI-PAN, pero sí es la primera vez que hablo con ella desde lo personal e, incluso, desde lo íntimo.

Como saben los que la conocen, Mely es una mujer muy inteligente y sensible, frágil (aunque en este caso su fragilidad es una fortaleza) y prudente, desde un principio percibes en ella honestidad y transparencia.

Sentado en un café al norte de la ciudad, prácticamente sin nadie más alrededor nuestro, lo primero que rememora Mely es un episodio crucial que marcó su infancia y su futuro de por vida: su viaje, a los nueve años, a Estados Unidos, luego de que su padre, don Pedro Romero, de profesión maestro, no cumpliera el sueño de ser candidato a la alcaldía de Cuauhtémoc, su tierra natal. Como una forma de purgar ese desencanto, don Pedro Romero decidió alejarse de su terruño, llevándose a toda su familia al vecino del norte.

Sin duda, aquella aventura fue una de las experiencias que más transformaría la vida de Mely. Se instalaron en Estados Unidos (específicamente en la comunidad de Plano, Texas) y Mely, junto con sus hermanos, ingresó en la escuela. 

Lo primero que recuerda de sí misma es aquel choque cultural tan tremendo que vivió ella y su familia. Para empezar, padeció discriminación (explícita e implícita) y aunque eso le tambaleó su seguridad y autoestima, pronto logró sobreponerse para empezar a participar, ya desde entonces, en una suerte de activismo estudiantil con los diferentes grupos raciales de la escuela, en donde ella empezó a dar muestra de su liderazgo.

Mely, a quien le escucho un inglés perfecto, reconoce que estos cinco años de estancia en Estados Unidos le prohijaron una formación increíble y le dieron las bases que hoy incluso siguen siendo cimientos de su carrera política y profesional.

Aunque durante su estancia en Estados Unidos no hubo excesos económicos, tampoco hubo penurias. Vivían en un departamento modesto y no olvida que su padre, muy trabajador siempre y un ejemplo para ella a seguir, tuvo que enfrentarse con valentía a pasar de ser la persona conocida y reconocida que era en Cuauhtémoc a ser un desconocido inmigrante trabajando de lavaplatos o mesero en restaurantes para sacar adelante a su familia.

Mely recuerda que luego de cinco años, cuando su hermana mayor empezó a ingresar en la adolescencia, su padre decidió volver a México, pues no quería que su hermana ni nadie pudiera ser presa del mundo de las drogas, en aquel tiempo en gran efervescencia. Esta decisión, por supuesto, volvió a pesar en la vida de ella y sus hermanos, quienes se negaban a volver, pero finalmente lo hicieron y regresaron a Cuauhtémoc.

El choque cultural que enfrentó Mely fue igualmente duro, al ver las deficiencias y carencias tan marcadas en el sistema educativo de nuestro país con respecto al estadounidense. Se buscaba cualquier pretexto para que no hubiera clases y eso la ponía muy mal, al punto que hasta le daban ganas de ella misma darlas.

Esto fue lo que la hizo, pese a su personalidad también introvertida, iniciar acciones para mejorar su entorno escolar y, por extensión, social, y sin duda, aunque ella quizá no lo supiera conscientemente, esos fueron sus primeros pasos en el ámbito político y del servicio público, pues en ambos casos la idea fundamental es coadyuvar en el bienestar de tu comunidad.

Mely era, pues, una líder natural y eso la llevó a convertirse, mientras estudiaba, en jefa de grupo o en ser parte de la sociedad de alumnos, etcétera.

Mely retrocede en el tiempo y recuerda con particular relevancia un hecho que la marcaría también para siempre: fue el día en que llegó su padre a su casa con un sombrero muy caro (le había costado 300 dólares), mismo que le iba a regalar a Ricardo Galindo, entonces candidato a la alcaldía de Cuauhtémoc, tal vez con el fin de que Galindo lo invitara a ser parte de su campaña y eventualmente de su gabinete, cosa que lamentablemente no sucedió.

A Mely la compra de este sombrero le indignó mucho porque ella hubiera preferido que su padre se gastara ese dinero en ellos, que tanto lo necesitaban, sin saber que con el tiempo el señor Ricardo Galindo se convertiría en su mentor político y aquel sombrero en una forma simbólica que utilizó su padre para entregarle a Galindo el cuidado político de su hija, cuando él faltara, tal como sucedería años después. 

Mely Romero hizo la preparatoria en Cuauhtémoc (donde fue presidenta de la sociedad de alumnos y donde se fue consolidando como la política conciliadora que ahora es) y luego de no haber podido cumplir su sueño de estudiar arquitectura ingresó en la Facultad de Contabilidad en la Universidad de Colima, al mismo tiempo que hizo una licenciatura en matemáticas, en la Escuela Superior de Ciencias de la Educación.

En esta época volvió a ser parte de la sociedad de alumnos, aunque esta vez no como presidenta, y al terminar su carrera sobrevino un acontecimiento muy duro para su familia: la súbita muerte de su padre, a quien Mely tanto amaba y admiraba.  Aunque esta tragedia causó estragos en su núcleo familiar, Mely supo sobreponerse para luego volver a su tierra natal (Cuauhtémoc) para trabajar en el ayuntamiento en áreas relacionadas con su profesión: la contaduría, pero también seguir participando en actividades del partido. 

Por ese tiempo Mely sufrió un primer revés político que la hizo irse, tal como en algún momento lo hiciera su padre, a Estados Unidos. El suceso fue el siguiente: alguien le dijo que iba a ser la tesorera del Ayuntamiento, que el presidente así la nombraría, pero al final no le cumplieron esa promesa.

Mely lo padeció mucho y, entonces, la historia se repetiría: esa desilusión, en un sentido similar a la de su padre cuando no logró ser candidato a la alcaldía cuauhtemense, fue la que la empujó a alejarse de su tierra natal e irse a Columbia (Estados Unidos) para estudiar una maestría en matemáticas, gracias a la obtención de una beca Fulbright.

Volver a Estados Unidos fue, de nuevo, una experiencia dura y aleccionadora que volvió a marcarla grandemente, y quizá a enseñarle que en política y en la vida los tiempos de Dios son perfectos. Por eso, cuando terminó su estancia académica y regresó a su tierra lo hizo, esta vez sí, como tesorera, gracias a la invitación de un conocido de su padre, José Luis Aguirre, en el 2006.

Mely Romero se reconoce una mujer muy estructurada y organizada y muy empeñosa en las responsabilidades públicas que ha tenido, y en realidad en el trato con ella uno no duda que así lo es, de manera que hizo un trabajo importante desde el Ayuntamiento de Cuauhtémoc (específicamente con el tema de la regularización de los prediales) que le valió, de manera genuina, una mención del extinto ex gobernador Silverio Cavazos, quien dijo públicamente, en un evento de pavimentación de una calle, que Mely era la mejor tesorera de toda la entidad. Sin duda, el comentario del mandatario causó tanta mella al interior del partido que Mely Romero logró imponerse como candidata a diputada local para las próximas elecciones, elección que gana y con ello da arranque con paso firme a una carrera política tan exitosa que después la llevaría a ser senadora de la República y Subsecretaria de Desarrollo Rural (del 2012 al 2018) y, posteriormente, candidata a la gubernatura del Estado, una experiencia compleja pero al mismo tiempo enriquecedora.

Hoy, Mely Romero es la candidata de la coalición PRI-PAN al senado de la República, nuevamente, y su propósito, de ganar la elección, es poder contribuir a solucionar las grandes problemáticas de nuestro estado, como la violencia, la salud, etcétera, tomando como base la experiencia adquirida en su pasado periodo, que le dejó grandes enseñanzas sobre la vida política y social de nuestro país. 

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