Compartiendo diálogos conmigo mismo

La encarnación y la natividad del verbo

Víctor CORCOBA HERRERO

corcoba@telefonica.net

 (La belleza se incrusta en nuestra carne, a través del pulso inmaculado de María, dispuesta enteramente a la acción del Espíritu Santo, aceptando los designios de Dios que superan los límites humanos, con el apoyo de José, un auténtico hombre de fe como su esposa. En efecto, creer significa crear genealogía, vivir abiertos a la iniciativa omnipotente, a la fuerza creadora de su Palabra, que en Cristo se hizo visible, ensamblándose para siempre a nuestra humanidad).

I.- EL GOZO DE LA NAVIDAD: LA FIESTA DEL SER HUMANO

Es tiempo de acogerse y de recogerse,

de hacer vida en común para donarse,

de activar la comunidad en comunión,

de ser hogar para sentirse en filiación,

de gustar y degustar la alegría del ser.

Un ser vestido de inocencia nos salva,

entra en cada uno como aire liberador,

reaparece y comparece como un niño,

pero él es el pan vivo bajado del cielo,

el Dios con nosotros en nuestro vivir.

María virtuosísima, a quien rogamos

y veneramos por su gestación divina,

siendo causa de nuestra dicha natural,

nos acompañe a laborar con fidelidad,

tanto el júbilo del amor como su paz.

II.- LA SATISFACCIÓN DE ACOGER: LA LUZ DE DIOS EN NUESTRA VIDA

La gestación de quien es rosa mística,

nos hace descubrir el sentido poético,

y el valor de ser sus hijos espirituales;

pero al serlo, nos implica a alcanzarle,

pues nos compromete a ser como Ella.

Con el espíritu del santuario de Belén,

acoger en el alma al Verbo encarnado,

nos dirige a crecer y a creer en Cristo,

que  nos sostiene en la senda de la luz,

aclarándonos días y esclareciéndonos.

Busquemos ese sol naciente sin ocaso.

Ayúdanos, ¡oh virgen fiel y clemente!,

a no fenecer en el intento de rebusca,

tú que eternamente viviste dispuesta,

a dejarlo todo sembrado de esperanza.

III.- LA NAVIDAD DE JESÚS: ¡DEJEMOS A ESTE MISTERIO QUE ACTÚE!

La buena noche de noche buena llegue,

con la mirada introducida en el establo.

Seamos latidos de quietud cada aurora,

mientras disfrutamos de la fraternidad,

y nos complacemos de hacer parentela.

El Hijo de Dios que nació por nosotros,

viene a un mundo enfermo de maldad,

nadie lo socorre y es rehusado sin más,

como les pasa hoy a muchos migrantes;

en busca de aliento, alimento y refugio.

Como los pastores, partamos sin plazos,

dejémoslo todo y corramos al hallazgo,

abandonémonos a la devoción celestial,

sigamos a quien se despojó de su gloria:

¡Qué vaciados de vicios, vive Navidad!

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