La otra historia de La Petatera

No existe documento que hable sobre la verdadera antigüedad de la monumental Plaza de Toros, considerada la artesanía más grande de América Latina. El valle de Colima fue escenario de la mayor densidad de población prehispánica en lo que hoy comprende la superficie territorial del estado

Rafael Cruz – Dimensión

Este año, definitivamente observé diferente a La Petatera. Si bien tuve oportunidad de apreciar más detalles de su tradición a través de la fotografía, ser testigo de la asombrosa resistencia de su arquitectura y conocer de cerca a personajes que dan vida a las Fiestas de La Villa, también me percaté de un aspecto que guarda con celo el área donde actualmente se construye nuestra Monumental Plaza, considerada la artesanía más grande del mundo.

En los cimientos de esta extraordinaria obra realizada de petates, horcones y mecates, la tierra que quedó expuesta al hacer los pozos para apuntalar los postes, muestra sin duda alguna vestigios cerámicos de origen prehispánico. Estos tepalcates pudieran estar asociados directamente a entierros u ofrendas de algún ritual funerario. Estos fragmentos de barro me llevaron a conocer un poco más el gran potencial arqueológico del lugar donde vivo.

Al menos visualmente, las piezas encontradas en el coso son idénticas a las registradas en otros rescates arqueológicos de los alrededores. Hace tres años, realicé un par de reportes al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) relacionado precisamente a rastros cerámicos, líticos y obsidiana que ubiqué, a una distancia de unos 150 metros del recinto ferial.

El predio en mención está cerca de dos arroyos, Los Limones e Higueras situados al oeste, dichos cauces hidrológicos se encuentran tierra abajo con el río Armería. Además, a pocos metros de distancia, se encuentra una importante fuente de agua de la que también pudieron tener acceso aquellos pobladores, me refiero al sistema lagunar del hoy conocido “Topocharco”.

Hace unos 30 años ahí íbamos a comer y a bañarnos. Eran varias lagunas misteriosas a las que accedías tras pasar un extenso monte. Había unas 6 lomas de unos 3 metros de altura, con el tiempo les pusieron unas antenas. Hoy todo eso son casas y pavimento, sólo quedó el recuerdo bajo el concreto y un lago cercado, que en aquellos años se decía era un ojo de mar sin fondo.

Muchos de estos sitios sagrados se han destruido por el desmedido crecimiento de áreas urbanas que enfrenta en los últimos años el municipio de Villa de Álvarez, aunque esto también ha permitido la realización de más salvamentos en nuevos espacios.

Por las evidencias registradas en las cercanías, muy posiblemente el sitio donde actualmente está La Petatera también tenga osamentas y ofrendas prehispánicas. Si debajo hay vestigios arqueológicos lo vamos a saber en un futuro cuando el INAH intervenga el terreno, en caso que el Ayuntamiento decida hacer construcciones de proporciones considerables. La presencia de piezas cerámicas quebradas en la superficie podría señalarnos que el lugar ya fue saqueado en el pasado. 

A partir del estudio de los espacios funerarios descubiertos, es que se ha ido entretejiendo la historia de los pueblos originario de Colima, quienes alcanzaron un alto desarrollo tecnológico, comercial y artístico reflejado en la cerámica y las piedras grabadas que dejaron, que en su cosmovisión fueron parte fundamental del ajuar mortuorio, reflejo de su estructura social y religiosa.

El valle de Colima fue escenario de la mayor densidad de población prehispánica en lo que hoy comprende la superficie territorial del estado. A lo largo de los siglos, fue cuna de distintos grupos que dejaron palpable su huella a través del tiempo.

Sobre La Petatera, no existe documento que hable sobre su verdadera antigüedad. Se dice podría ser herencia cultural milenaria, ya que se han encontrado en tumbas de tiro, maquetas de viviendas que guardan similitud con la forma de construcción de la plaza, y lo que vemos hoy, es el resultado de siglos de perfeccionamiento de una construcción que parece que no se cae con nada.

TESOROS ARQUEOLÓGICOS ENCONTRADOS A POCA DISTANCIA DE LA PETATERA

El dato más cercano a la plaza relacionado a descubrimientos, lo encontré en la investigación “El Complejo Aztatlan en Colima, apuntes para una discusión”, de los arqueólogos Fernando González Zozaya y Rafael Platas Ruiz del Centro INAH Colima, texto incluido en la publicación ‘VIII Foro Juan Carlos Reyes Garza, Colima y su región. Arqueología, antropología e historia’ distribuido por la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Colima en 2013.

Este trabajo científico presenta contextos arqueológicos encontrados en 2011 en la colonia Puertas de Rolón, ubicada a poco más de 400 metros donde actualmente se construye La Petatera. La publicación detalla que se lograron rescatar importantes espacios. Los investigadores destacan “la oportunidad única de recuperar y estudiar contextos funerarios de las fases Armería y Chanal, así como el haber registrado un canal encofrado, dos evidencias extraordinarias”.

El documento detalla que este conjunto habitacional contó con un sistema de drenaje sofisticado para alejar las aguas negras del espacio habitable, buscando como desagüe el cauce del arroyo Los Limones. El sellado con piedras y argamasa es otra razón para considerar que la intención de quienes lo realizaron era la de mantenerlo herméticamente cerrado. El canal se logró conservar y se localiza en la parte media del predio.

En palabras de los expertos, “son contadas las oportunidades de registrar en el valle de Colima obras de infraestructura, como es el caso de este canal derivador de agua de casi 25m de largo. Dicho canal es encofrado, subterráneo, y sumamente complejo pues requiere para su construcción conocimientos en el manejo de materiales, cargas, fuerzas y obviamente de ingeniería hidráulica”.

Las excavaciones permitieron también la localización de varios enterramientos. El arreglo dado al recinto funerario donde se colocaron las osamentas se distinguió por fosas de forma semicircular cubiertas de piedras que fueron colocadas sobre los restos óseos.

Al estudiar las evidencias recuperadas, saltó a la vista que se tratan de ofrendas restringidas a grupos de poder. Esto se explica porque la mayoría de símbolos encontrados en la cerámica no son representaciones locales, como vasijas mexicas, arquitectura monumental, incluso códices. Esto podría ser un indicador de que los poseedores de estas cerámicas tuvieron vínculos socioculturales fuera del actual territorio de Colima. Por otro lado, resulta significativo que algunas de estas ofrendas contengan representaciones de mezcales estilizados.

Estos no fueron los únicos ejemplos que encontré sobre el potencial arqueológico del recinto ferial. En la investigación, tropecé con el registro de otros hallazgos significativos localizados muy cerca.

En 2004, el INAH encontró dos vasijas antropomorfas poco comunes, halladas en Puertas del Centenario. Las piezas de 20cm de altura son en apariencia gemelas, masculinas, pero con rasgos completamente diferentes, interpretando como representaciones de un personaje masculino joven y otro senil.

En Residencial Tabachines, se descubrió en 2007 modelos de chozas cerámicas de planta rectangular y circular, de techo con forma de cúpula, amarrado con fibras entrelazadas, que ostenta un ornamento zoomorfo en el remate. En el lugar se recuperaron más de 100 enterramientos humanos y una maqueta de barro que representa el cuerpo de una tortuga y contenía cinco figuras cerámicas.

En Rancho Blanco, trascendió ese mismo año, el descubrimiento de una unidad habitacional en adobes de la fase Armería. Se consideró un significativo aporte para la historia colimense. En este entierro se encontrado bellas ofrendas compuestas por diversos materiales de hueso y concha, ollas, vasijas, cajetes, perros, figurillas femeninas, masculinas y zoomorfas. Estos personajes ofrecen una perspectiva sobre la vida, los rituales y la muerte en Colima en épocas prehispánicas. Cabe señalar que en uno de los adobes se observa impresa la huella de la mano de un niño.

Otro hallazgo importante ocurrió en Valle del Sol, donde se encontró representación simbólica de una escena de parto dentro de un contexto funerario. La ofrenda está compuesta por 14 figurillas antropomorfas, colocadas en un cajete elaborado entre el 200 a.C. y el 200 d.C. Los personajes muestran características únicas e individuales, pero en conjunto se encontraban representando una escena de parto. Dicha ofrenda fue dedicada a una persona de sexo femenino con una estimada entre los 15 y 20 años de edad al momento de su deceso. La importancia de dicho espacio radica en que se trata, de uno de los pocos contextos funerarios donde se ven integrados, en su mayoría, individuos infantiles, situación poco recurrente en la investigación precolombina en Colima. Todo el material recuperado se encuentra actualmente en estudio y bajo resguardo del INAH.

EL PATRIMONIO CULTURAL COLIMENSE

Uno de los datos más escalofriantes que encontré de la zona conurbada es que el empedrado de los primeros cuadros de La Villa y Colima, se atribuye a piedras extraídas de las zonas arqueológicas de El Chanal y La Campana. Hasta hace relativamente poco se quitaron de La Campana ladrilleras, quienes por años utilizaron para su producción tierra y piedras de las pirámides.

Encontré que, desde hace años, es común asumir el Occidente Mesoamericano como una región marginal históricamente hablando. Sin embargo, es frecuente la presencia de bellos objetos cerámicos colimenses que aparecen en famosas casas de subastas, museos y colecciones privadas alrededor todo el mundo, reliquias que habrían llegado hasta ahí por medio del saqueo. Si Colima es pobre históricamente hablando ¿Entonces de dónde han salido tantas piezas?

Admira y cuida nuestra herencia cultural. Denuncian cualquier mal uso de nuestro patrimonio arqueológico.

Agradezco al Centro INAH Colima las atenciones a un servidor, al solicitar información para la realización de este trabajo periodístico.

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