Arbitraje mundialista

Omar SOLÓRZANO/Cronista deportivo

Paradójicamente los logros más destacados del futbol mexicano en copas del mundo siempre han sido en el arbitraje, quizás nos maldice nuestra cultura malentendida de desdeñar lo que se define como correcto y nos lleva a obstaculizar esa autoridad que difícilmente reconocemos, mucho menos le valoramos e incluso insultamos.

Será que creemos que el juez al no ser un protagonista del hecho se le debe menospreciar y le estigmatizamos inconscientemente en que al no serlo su deber radica en tratar de impartir una justicia “a modo”, justicia que si no resulta adecuada a nuestra forma de pensar no está bien implementada, es ignorante y nos engaña, pues así menospreciamos ese actuar que no justifica sus acciones y que está ahí porque es servidumbre de un poder imaginario, así también justificamos nuestras carencias y a quienes nos hacen carecer. Así vivimos en nuestro México. Acostumbrados a culpar al arbitraje aún con VAR, pues así también se justifica la mediocridad y se vanagloria la ineficacia, así se direcciona el triunfo y  se consuela al ofendido.

En medio de esa anarquía mal entendida está Cesar Arturo Ramos Palazuelos, quien se une a los más grandes árbitros mexicanos en copas del mundo como Antonio R. Márquez, el viejito pitador de todo clásico que terminó en pelea o polémica en los 80´s y que fue testigo de primera fila (más por consolar a México que por méritos) en la épica actuación de Maradona ante Bélgica en 1986; Armando Archundia (cuya responsabilidad recayó en llevar a buen puerto a uno de los partidos más importantes de la historia del futbol de selecciones en el triunfo de Italia sobre Alemania en 2006) o a Marco Antonio Rodríguez “Chiquimarco” que también pitó un partido más imposible de olvidar que varias finales… El juego entre Brasil y Alemania que terminó como ya sabemos en la terrible humillación brasileña.

Mención aparte la de  Arturo Brizio Carter y Felipe Ramos Rizo que debieron tener mejor suerte pero que al ser tan buenos y se quedaron en cuartos arbitrando muy bien partidos hoy históricos y que les merecían juecear una final, pero que no lo hicieron porque el árbitro siempre es carne de cañón, un recurso utilizable a conveniencia y luego prescindible, aunque en defensa de Ramos Rizo esa final era de Pierluigi Collina por decreto.

Es cínico o no el arbitraje, si no quienes les mandan a recibir mentadas de madre en toda lengua conocida para después no responder entre la sombras y deliberando en secreto quien debiera hacer tal cosa.

Con semejante falta de criterio resulta lógico que  el único mexicano que salto el obstáculo de hacer un gran arbitraje en cuartos (Inglaterra-Camerún 1990) y poder dirigir una final fue Edgardo Codesal, a quien todos en México consideramos Uruguayo, no por su realidad geográfica o genética, sino porque entendemos que el mexicano la caga y mucho!, pero cagarla monumentalmente no es cosa de nosotros, para eso hay que ser de otro lado y pretender ser de aquí…  como Zague o Codesal.

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