Necesario, garantizar vejez saludable, digna, activa y libre de violencia: Especialista

El doctor en Ciencias Sociales con Especialidad en Estudios Regionales del Instituto de Estudios Indígenas-UNACH, Laureano Reyes, impartió videoconferencia a estudiantes de Trabajo Social de la UdeC

Redacción – Dimensión

Laureano Reyes Gómez, doctor en Ciencias Sociales con Especialidad en Estudios Regionales del Instituto de Estudios Indígenas de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH), impartió la videoconferencia “La viejura en poblaciones originarias de México”, la cual parte de un estudio que explica que este concepto, el de viejura, hace referencia a las vicisitudes de la vejez , tanto las positivas, como el respecto, la esperiencia y solidaridad, como las negativas: enfermedades, el desplazamiento de poder y la pérdida de belleza.

Esta videoconferencia formó parte de las actividades académicas de la Facultad de Trabajo Social.

“La viejura así percibida -agregó- no es problema, sino el afrontar la diversidad con resiliencia”. Señaló que dicho término se refiere a este grupo de población que da identidad nacional, pues habita a lo largo y ancho del territorio nacional, donde el porcentaje de la población adulta mayor indígena se eleva a 10.7 por ciento.

Reyes Gómez aborda el estudio desde dos modelos teóricos: el etnográfico y el etno-gerontológico, con visiones opuestas a la vejez; en el primero de ellos dibuja una especie de paraíso y en el segundo existe un conflicto intergeneracional, en el que la juventud se ensalza mientras la vejez se estigmatiza.

A través del modelo etnográfico, explicó, “se tiene la visión de una vejez homogénea en la que los estudios muestran la cara de un anciano que es respetado, venerado, protegido, percibido como sabio, y donde no existe conflicto generacional”.

Entre las características de la visión homogénea, el porcentaje de personas de 60 y más años era del uno por ciento, y su esperanza de vida a principios del siglo XX era de 35 años. Según esta visión, la ancianidad es venerada y en ella los ancianos indígenas tendrían sus problemas resueltos en cuidados y atenciones, a diferencia de sus similares no indígenas.

Por otra parte, el modelo etno-gerontológico presenta una visión de vejez heterogénea entre una generación nacida en el segundo cuarto del siglo XX (1925-1949), que inició su vejez a partir de 1985, donde la realidad de los pueblos había cambiado sustancialmente respecto al trato que se les daba a los ancianos.

En la nueva estructura de vejez heterogénea, el viejo ejerce autoridad en la familia y tienen la probabilidad de ser obedecido en tanto se mantenga lúcido, medianamente sano y ejerza el control sobre los bienes. Una vez que sufre demencia en grado avanzado podría ser su ruina, pues ya no es considerado en la toma de decisiones y corre el riesgo de ser tratado con desdén.

Agregó que el envejecimiento de la población ha tomado a las personas e instituciones por sorpresa, pues no se tenían previstos servicios de atención integral a las personas adultas mayores. Además, el perfil epidemiológico registra padecimientos crónico-degenerativos: “Ser viejo no representa la mejor etapa de la vida y la familia no siempre es el mejor lugar”, mencionó.

Según un estudio, a partir de 1980 México inicia el incremento del “viejerío” y pasa a un porcentaje mayor de ancianos en las familias, del 3 al 7.3 por ciento en el año 2010, pero la población y las instituciones no saben qué hacer con tantos ancianos, en especial cuando presentan dependencia en cuanto a los cuidados y atenciones y requieren servicios de salud especializados.

“Ser viejo en situaciones de desventaja social avivó el estigma de la edad avanzada. Ahora, ser viejo no es necesariamente la mejor etapa, y el conflicto intergeneracional se visibiliza. El desplazamiento de poder que sufrió la población anciana, ahora se orienta a la falta de respeto; las redes afectivas y solidarias frente al envejecimiento se conquistan, no se ganan en automático por ser viejo”, expuso.

“La vejez heterogénea ha permitido distinguir a hombres de mujeres por grupos de edad, dividiéndolos entre media vejez, vejez completa funcional y vejez extrema dependiente; ahora existen ‘vejeces’, y la cultura resulta insuficiente para explicar los cambios que experimenta la comunidad en las formas de percibir y atender el envejecimiento de la población”, profundizó.

El académico mencionó que el crecimiento de la población de viejos no tiene precedentes en la historia demográfica del país y se explica como un fenómeno epidemiológico y demográfico mundial. Asimismo, dijo que se incrementó la necesidad de estudiar las formas de concebir, entender y explicar la vejez en universidades, institutos y otros organismos: “Es necesario garantizar una vejez saludable, digna, activa y libre de violencia”, dijo.

En conclusión, dijo que las Ciencias Sociales tienen un campo fértil que ayuda a orientar la política pública hacia la población envejecida, pues se requieren respuestas adecuadas a sus necesidades y recursos humanos especializados: “La atención integral de la vejez es una urgencia”, finalizó.

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