Compartiendo diálogos conmigo mismo

La trinidad gloriosa

Víctor Corcoba Herrero

corcoba@telefonica.net

(Estamos convocados a unirnos y a reunirnos, para poder  abrirnos a la acción que nos trasciende, la mística trinitaria del don divino. Son tres personas y un único Dios, que es todo amor y sólo amor. Justamente así, podemos florecer, siempre cercanos a la sombra del árbol de la cruz y próximos al prójimo).

I.-  REUNIDOS EN EL NOMBRE DEL PADRE;

CREADOR Y CIMA MISERICORDIOSA

Todo en esta vida es comunión de pulsos,

conexión de lazos y cohesión de fuerzas,

unión de sentimientos y reunión de ideas,

encuentro y rencuentro con la divinidad,

que es lo que nos hace crecer y coexistir.

La misericordia del Creador nos supera,

espera nuestro retorno y no se desespera,

es una surtidor inagotable de confianza,

pues lo que desciende del Padre es eterno,

trasfiere consigo la estela de Dios-Amor.

Porque el amor es esencialmente un don,

hacia el cual han de situarse los corazones,

para recordar y documentar la pertenencia,

conciliadora y reconciliadora de un linaje,

porque si no hay cabeza no hay hermanos.

II.- CONGREGADOS EN EL HIJO;

PERPETUO SABER PERSONIFICADO

Jesús se presentó a sí mismo en la tierra,

como retoño de Dios y vocablo del Padre,

como camino y morada de autenticidad,

en una relación que reconduce y glorifica,

ofreciendo su vida por nuestra salvación.

Bajo la perpetua sapiencia de la palabra,

todo se conjuga en el manantial del ser,

porque vivimos para amar y ser amados,

existimos para entendernos y atendernos,

y coexistimos para darnos y recogernos.

Sólo hay que escuchar al Señor y seguirle,

estar atento a su fiel llamada liberadora,

abandonarse en sus brazos y abrazarle,

con la entereza de que camina al lado,

para plantar ardor y replantar su energía.

III.- FERMENTADOS POR EL ESPÍRITU;

LO ARMÓNICO TOMA PRESENCIA

Sin espíritu nada es, todo se desmorona.

Necesitamos que more en nuestro interior,

que se establezca en nosotros y nos guíe,

que nos enseñe a discernir y a recordar,

lo que vence y convence por su bondad.

Con este brío trinitario se revela la vida,

anidada y anudada por el soplo divino,

que viene en auxilio de nuestra flaqueza,

para distanciarnos de lo cruel y perverso,

y acercarnos al ritmo de las confluencias.

Transformados por el fuego de la mente,

que nos documenta todo lo que sabemos,  

nos llama a entrar en afinidad de latidos,

en conjunción de alientos restauradores,   

que es lo que nos hace proceder en paz.

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