Compartiendo diálogos conmigo mismo
Hermosuras
(Cada instante de vida es un concierto hermoso de sensaciones que nos alienta a renacer en cada estación)
Víctor Corcoba Herrero
I.- EL SUEÑO MÁS HERMOSO DEL SER HUMANO
La vida tiene el sueño más hermoso en el amor,
un amor que nos demanda entrega y donación,
conjunción de sacrificios y unción en la mirada,
ojos níveos capaces de ver y oídos en escucha,
para poder dilucidar lo cierto de las apariencias.
La hermosura más grande radica en ese ardor,
que se cierne más allá del instante y del instinto,
es desear para siempre y con todo nuestro ser,
es reverenciar sin condiciones ni condicionantes,
es confluir dos corazones en un solo corazón.
Aquellos que de verdad se quieren se desviven,
hacen del camino una acción heroica cada día,
siempre van juntos para apoyarse y reponerse,
para crecer y ramificarse en ese tronco común,
enraizado a los predecesores que les sustentan.
II.- LA HERMOSA REALIDAD DEL ESPÍRITU CELESTE
Alumbrados por el soplo divino, nuestros ojos
se abren a la contemplación imaginativa del ser,
a la luz tanto de lo visible como de lo invisible,
y nos transfieren a descubrir cómo cada cosa,
nos habla del Creador y del amor por nosotros.
Debemos custodiar estas realidades hermosas,
porque Dios exime siempre, nosotros a veces,
pero la glorificada creación no perdona nunca,
ella por si misma nos demolerá como estirpe,
al no sentirse asistida por una existencia afín.
Hemos venido al mundo para morar y vivir,
para volver a esa luz vivificante existencial,
expresión del hombre florecido en lo verídico,
que es lo que nos forja a renacer en el aspirar,
y a nacer como asistentes en fortaleza eterna.
III.- LAS VÍAS QUE NOS RECONDUCEN A LA HERMOSURA
Conocerse y reconocerse en los demás alienta,
afanarse y desvelarse por el otro calma y colma,
hacerse y rehacerse adjunto al análogo enardece;
porque todo aquello que brota de las entretelas,
germina con la razón y se alcanza con voluntad.
No hay nada más placentero que el brío creativo,
que la disposición a ser autor del propio transitar,
dando forma estética a las imágenes concebidas
en la mente, a través de un buen fondo de pasión
en el obrar, pues del recto actuar surge la alianza.
Tan sólo hay que reconducirse en la elegancia
del don, y recogerse en la inspiración Redentora
y transformante de Cristo, ensamblarse a María
como Madre del amor hermoso, para observar
el canto del gozo y el encanto del beneplácito.