Botas de ferrocarril
Miguel Ángel León Govea
Para Zazil Atenea
Entonces tomó sus botas de ferrocarril para crear la imaginación del mundo: los puentes son la fotografía de un gran salto sobre los ríos; los túneles son el espacio para soñar de día. Amarra bien los cordones para que no tropiece tu existencia. Mantén la piel lista para el polvo para cuando emprendas el regreso. Limpia tus botas de ferrocarril, para que cumplas con claridad el horario de tu vida. Entonces miró profundo y se convirtió en el asiento vacío de todos los pasajeros de este viaje. Y llenó de historias el lugar donde las personas guardan su asiento vacío, porque las vías ferroviarias están diseñadas a partir de la estructura del recuerdo. Besó, dijo hola, murmuró a diós; lloró dos veces ante la ventana, contemplando los bosques mientras los bosques del mundo se consumían en la caldera. Le gustaban las estaciones que coincidían con la primavera y el invierno. Siempre soñó tomar un tren y bajarse dos estaciones después, pero del año.
Y nunca, nunca más se quitó sus botas de ferrocarril. De sus huellas quedan las palabras, queda su memoria como ecos de silbatos. De los besos queda un dulce hollín, porque el fuego más preciso existe después de los incendios. Y la vida es una locomotora donde se incendian las palabras.